¡Hello, Europe!
Me llamo José Elías, tengo 23 años, soy natural de Cádiz y soy graduado en Humanidades. Tengo una doble experiencia en el marco del programa Erasmus +, pues durante mi tercer año de facultad pasé 10 meses en Gante (Bélgica) como estudiante Erasmus en la Universiteit Gent, y actualmente me encuentro finalizando mi Servicio de Voluntariado Europeo en un instituto de secundaria de Manosque (Francia). Voy a compartir con vosotros ambas experiencias y un par de reflexiones sobre cada una de ellas, para que conozcáis mejor estos dos programas de ERASMUS+ y ¿por qué no? animaros a que os lancéis a estas tan enriquecedoras aventuras.
Aunque el programa académico ERASMUS es muy conocido en España y yo estaba muy interesado en él desde que puse un pie en la facultad, tuve que esperar a que llegara el tercer año para poder partir, pues por aquel entonces —2014— era un requisito haber completado la mitad de los créditos de la titulación. (Esta exigencia, por cierto, fue eliminada poco después con la entrada en vigor de ERASMUS+ en el curso 2014/15).
El primer «escollo» que todo el mundo encuentra se presenta en el momento de realizar la solicitud, y me refiero a la selección del destino. Aunque hay quienes tienen muy claro el destino de sus sueños y van directamente a por él, elegir la ciudad donde vas a pasar 6 o 10 meses sin haber estado nunca en ella es algo que se puede antojar muy difícil. Además, tienes que elegir siempre en función del programa académico ofertado por las universidades, pues en función de ellos te resultará más o menos fácil encontrar asignaturas que te permitan reconocer todos los créditos de los que te has matriculado en tu universidad. En mi caso, yo me hice una lista de los posibles destinos e investigué sobre ellos, ya sea mediante experiencias de compañeros de la facultad que habían estado ya de Erasmus en alguno de ellos o mediante páginas de Internet. Con todo, la elección de Gante fue un poco casual: hasta ese momento, yo no sabía casi nada de la ciudad, pero cuanto más investigaba sobre ella más me gustaba, así que no me lo pensé dos veces…
Así, llegué a Bélgica en septiembre de 2014. Acababa de empezar mi primera experiencia en el extranjero, y lógicamente tenía la cabeza llena de dudas e inseguridades que desparecieron tan pronto como llegó el segundo día, en el que conocí a otros chicos y chicas recién llegados como yo y que muy pronto se convertirían en amigos y compañeros de rutina y de viajes. ¡Jamás me hubiese imaginado que el proceso de adaptación a un entorno extranjero me fuese a resultar tan fácil y rápido, me di toda una sorpresa a mí mismo!
La mayoría de las clases de las asignaturas que elegí en la Faculteit Letteren en Wijsbegeerte eran en inglés, y naturalmente fue muy difícil al principio, pero decidí tomármelo como un reto y como la oportunidad de mejorar el idioma de la forma más efectiva posible. Además, decidí empezar clases del idioma local —el neerlandés— en horario extraescolar, pues creo que cuando pasas una temporada en otro país lo mínimo que puedes hacer es interesarte por su cultura y su lengua. Y me alegré mucho de haberlo hecho, pues en pocos meses pude alcanzar el A1 de una lengua que jamás hubiera estudiando en otras circunstancias, y esto a su vez me ayudó un poco a comprender mejor la vida cultural de la ciudad.
Recuerdo ese curso como el más duro en términos académicos, pero también el más enriquecedor en términos personales. La gente que conocí, las dificultades que poco a poco fui superando y los sitios que visité hicieron esos meses inolvidables. Lo más valioso que me aportó esa experiencia fue un subidón de confianza en mí mismo. Desde entonces, cada vez que tengo que enfrentarme a algo nuevo, recuerdo ese año y pienso «Si pude hacerlo entonces, si fui capaz de desenvolverme diez meses en el extranjero de forma totalmente independiente, si pude trabajar en otros idiomas con buenos resultados, ¿por qué no ahora?…» Y todas las inseguridades se empequeñecen frente a los recuerdos de mi año en Bélgica.
Avanzamos hasta julio de 2017. Acababa de terminar la facultad —máster incluido— y quería desconectar por fin del mundo académico. Un amigo me habló sobre un programa que, aunque también forma parte de ERASMUS+, es mucho menos conocido que el Erasmus académico: me refiero al Servicio de Voluntariado Europeo (SVE). Se trata de un proyecto de educación no formal, es decir, un programa en el que aprendes desarrollando directamente actividades para las cuales tú mismo te marcas los objetivos.
Tras investigar un poco sobre él, lo vi una muy buena opción para pasar otra temporada en el extranjero. Pese a tal nombre, no se trata exactamente de un voluntariado como lo entendemos en España, pues recibes una remuneración cada mes, alojamiento gratuito, manutención y curso de idiomas a cambio de trabajo para instituciones sin ánimo de lucro. Por ello, lo considero una buena opción para aquellos que deseen una experiencia en el extranjero ahorrándose las dificultades de encontrar trabajo y alojamiento. Acceder a este programa es simple. Hay dos vías: puedes unirte a una asociación que coordine u oferte plazas SVE, como Asociación Mundus, y dejarte asesorar por ellos en tu búsqueda o puedes buscar tú mismo una misión que te interese en la base de datos del European Youth Portal https://europa.eu/youth/volunteering_en , que permite filtrar destinos SVE por país y área de interés.
Esta vez, tenía muy claro lo que quería: un proyecto relacionado con la educación (pues como posible futuro docente estaba muy interesado en tener una primera experiencia en un centro escolar) en un país de lengua no inglesa —ya que quería aprovechar esta oportunidad para aprender otro idioma—. Comencé a explorar la base de datos y pronto encontré una plaza para trabajar en un liceo francés realizando talleres culturales y lingüísticos para los alumnos. Envié mi carta de motivación y mi solicitud a Hors Pistes, la asociación coordinadora en Francia, pasé una entrevista por Skype y al día siguiente me confirmaron que había sido seleccionado.
Esta vez disfruté mucho más los momentos antes de partir, sin inseguridades y con muchas ganas de vivir otra aventura. Y tengo el honor de decir que mi experiencia como SVE ha sido muy, muy buena. Es muy diferente de mi año como estudiante en Bélgica. Quizás incluso más enriquecedora, ahora que puedo verlo en perspectiva. Trabajar (y no estudiar) en el idioma local (y no en inglés) rodeado de profesores y alumnos franceses (y no de otros extranjeros, como en Bélgica) te permite integrarte a la vida del país de forma mucho más eficiente, e incluso entablar amistades con gente local de forma más rápida y efectiva. También la valoro en términos laborales, pues mi trabajo en el liceo me ha brindado una primera experiencia frente a grupos de alumnos.
Aunque mi SVE finalizará en menos de dos meses, ya sé que de Francia me voy a llevar dos cosas: unos recuerdos maravillosos de la gente que aquí he conocido y la certidumbre de poder trabajar con los alumnos en francés, algo que ¿por qué no? puede abrirme eventualmente un camino laboral en el país galo
Tanto en Bélgica como en Francia he tenido el placer de conocer a jóvenes con las mismas inquietudes que las mías y venidos de todas partes de Europa y del mundo. Y compartir rutina, viajes y trabajo con ellos tumba estigmas y fronteras: te hace ver lo que nos une a ellos, y no lo que nos separa, aunque vengan de nuestras antípodas o hablen turco. Es una consecuencia colateral del programa ERASMUS+: evolucionar, abrirte a nuevas experiencias y amistades, aprender una lengua, sentirte independiente, viajar, trabajar mucho y vivir momentos que nunca olvidarás. Al finalizar estas líneas y reflexionar una vez más en todo lo que estas dos experiencias me han aportado, me vuelvo alegrar mucho de la decisión que tomé de sumergirme en ellas. Claro que eventualmente surgen dificultades y no es fácil tener a tu gente lejos, pero al final todo lo positivo que obtienes empequeñece mucho a tales dificultades. Por todo ello, no puedo dejar de recomendar el programa ERASMUS+, en cualquiera de sus formas, a todos los jóvenes inquietos que quiera ver el mundo (y a sí mismos) de una forma totalmente diferente.
A cura di: José Elías Bernal
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