Cuando pienso a los meses antes de mudarme en Cracovia, me acuerdo de una época donde quizás yo era poco más que un adolescente, por lo menos como manera de pensar y hacer. Pero me acuerdo también de lo que siempre fue mi sueño de niño antes y adolescente después: vivir y trabajar o estudiar al exterior.
Por muchas razones, yo estudiaba en la universidad de mi región, en Termoli. Pero salir de mi pueblo me molaba mucho, así que decidí aplicar por el Erasmus. Era mayo de 2016 y yo apliqué con mi novia de entonces. Nosotros, más yo sinceramente, escogimos un país que no era habitual como España, Francia o Reino Unido, y, atraídos por el bajo coste de la vida, decidimos Polonia. Cracovia parecía perfecta: su universidad estaba en buenas relacciones con la nuestra y una chica de allí ya fue en Termoli en Erasmus, y entonces podría ayudarnos también. Pero yo sabía muy poco de Polonia: solo sabía de un país que economicamente crece mucho pero con un invierno muy frío.
Salimos, llegamos, y pronto me gusta el lugar. Ambiente tipicamente europeo del este, frío y nieve por todos lados. Palabras incomprensibles y imposibles de leer venían juntos a monumentos que parecían más rusos que occidentales. Todo eso se sumaba a las diferencias con el mundo occidental y un gran crecimiento económico. Empezaron las clases, incluso un curso de polaco (como examen extra) y quizás fue este el momento cuando empezé a enamorarme: soñidos raros y difíciles por todos menos mi. Era tan diferente de las lenguas latinas a que estaba, y estoy, acostumbrado y eso era lo que me gustaba más. Aún ahora el acento polaco me flipa, después de haber aprendido también a leer y escribir. Empecé también a conocer nueva gente, por la mayoría otros Erasmus o ucranios que venían en los cursos en inglés. Cracovia se volvía en una ciudad más agradable y acogedora: una ciudad bellísima con un alma un poco de Europa oriental que siempre me gustó. También el frío se volvió en una graciosa primavera anticipada entre febrero y marzo, haciendo la ciudad aún más bonita, con las luces de Ulica Floriańska a dar una sensación de paz dentro del casco antiguo.
Todo mi Erasmus fue un continuo enamorarse de la ciudad, las fiestas eran siempre más y lo mejor vino con Juwenalia: tres días en mayo donde los estudiantes reciben en sus manos la ciudad. Felicidad, sensación de bien estar, paz y divertimiento me dieron ganas de descubrir más del país. Y lo hice: fui a visitar otras ciudades al final de la experienca y el amor por Cracovia se volvió en amor por la Polonia. Descubrí un país a que le historia le había herido mucho, que pero ya se resurgió muchas veces de sus cenizas, un país que no renuncia a sus tradiciones pero también quiere ser moderno. Descubrí la mentalidad de gente de varios lugares y me di cuenta que cada mundo es pueblo. Descubrí un país maravilloso y acogedor, que desde entonces lo llevo en mi corazón y le echo de menos mucho. Descubrí Polonia. Y desde entonces kocham Polskę.
A cura di: Angelo Panicciari
Immagine di copertina: Darius Staniszewski, Pixabay.
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