Hace casi dos años (tres ahora que escribo esta versión en español) my experiencia en Granada llegaba a su fin. Hacer retroceder el reloj y volver a esos recuerdos sin nostalgia es practicamente imposible. De toda forma, lo intenté. 

Era un Erasmus para prácticas que se desarrolló durante tres meses: abril, mayo y junio de 2018. Yo estaba en una agencia cuya actividad principal consistía en recibir y repartir estudiantes de colegios europeos en intercambios de escuela-trabajo. Mi responsabilidad principal era de curar sus actividades culturales, organizarlas y conducirlas. La empresa tenía cuatro oficinas y tantas residencias, donde los estudiantes venían recibidos: Granada, Málaga, Córdoba y Martos (Jaén). Pasé todo mi primer mes en Martos, y la empresa me avisó del cambio justo antes de llegar. Martos es un pueblo en el interior de Andalucía, lejos de las mayores atracciones turísticas y con un estilo de vida distante de lo que se pueda esperar vivir durante un Erasmus. Viví un mes haciendo tareas de todo tipo, incluso trabajo puramente manual, cuando había necesidad, y con poca diversión, a parte por las dos semanas finales. Sigo todavía manteniendo una buena relacción con toda la gente que conocí en esta etapa de mi vida.

Me mudé finalmente a Granada en la primera semana de mayo. Fue amor a primera vista. Una ciudad maravillosa, llena de gente pero no demasiada, rellena de jóvenes y vitalidad. La carga de trabajo era más o menos la misma, pero las tareas ahora consistían más en actividades culturales y en contacto directo con los grupos y otros compañeros de trabajo. Es en Granada que las mayoría de las amistades tuven nacimiento. Nunca podía haber imaginado que incluso ahora esas amistades estén vivas, a pesar de que vivimos todos en lugares lejanos. Lo que tenía que ser solo un periodo de prácticas al exterior me llevó a construir amistades y relacciones con gente de todos los lugares de Europa y a veces del mundo. Actividades variadas, desde viajes en las capitales provinciales de Andalucía hasta las visitas a los numerosos monumentos y museos de Granada. Guiar los grupos, hacer los billetes para extranjeros, manejar el presupuesto, que a veces no era bastante. Además, los horarios de los conductores solían ser muy estrictos, para guardar su balance de trabajo y descanso. Una vez pensé de haber perdido una chica, ella se había ido de compras en cambio. Tuve muchos problemas (pequeños claramente), pero el mundo del trabajo es así y se puede descubrirlo solo trabajando. De toda forma, es una experiencia que viviría otros miles de veces.

Mientras tanto aprendía a ser independiente de verdad: desde ir de compras solo, hasta pedir y dar ayuda cuando necesario, y al final yo era un extranjero en tierra extranjera que se portaba como un local. Si hoy puedo vivir lejos de mis familia, es gracias a eso. 

Volví a casa en los primeros días de julio, con muchas experiencias de vida y recursos humanos en mi maleta, muchas habilidades más y sobre todo una mentalidad y un corazón nuevos. Chicos y chicas de toda Europa con los cuales he construido relacciones y cuyo recuerdos siguen viviendo en mí. Hoy en día puedo llamarme Europeo de verdad, a pesar de todos los problemas de la Unión Europea de hoy.

Hoy puedo llamar patria a otro lugar. Este lugar es Europa.

Author: Angelo Panicciari.

Angelo ya ha publicado para L’Eclettico  Málaga : mi Erasmus ‘space mountains’ y  Cracovia y Kocham Polskę.

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